Este fue un experimento playero, alejándonos de casa y encontrándonos con el paisaje costero. Fue un desafío para nosotros que la realización surja espontáneamente, y con los elementos que nos ofrecía el lugar.
Desde el atardecer hicimos esculturas, construyéndolas con arena recubierta de un adobe improvisado a base de raíz de camalote, arcilla, arena y hojas podridas (la “resaca” de la laguna); compartiendo este trabajo con dos escultores santafesinos: Matias y Analía.
Se tomaron como modelo las figuras de las cartas barajadas en la casa tomada anterior, imágenes pertenecientes a la simbología de las culturas originarias de la argentina.
Casi por contagio, quienes fueron llegando hicieron aparecer nuevos símbolos en la arena, continuando la construcción de esta casa. Se generaron texturas con rastrillo, usando ramas, iluminando con fuego...
Ambientamos el terreno colocando velas de aceite entre camalotes y ramos de totoras secas. Que además resistieron la inminente invasión de cuatriciclos y otros rodados autóctonos. Más allá de la orilla, el camalotal iluminado destellaba en la laguna. El amigo Fabio, además de deleitarnos con sus sorpresivas caipirinhas, aportó a la iluminación general con antorchas.
Se armó el fogón, y junto a los leños ardieron papas, batatas y cebollas (algunas por demás, por descuido).
El fuego iluminó la noche, templó los parches, y calentó los pies. Y al ritmo de la cuerda de candombe “Camba Nanbi”, el canto y la danza se sumaron completando el ritual. El reflejo de la luna invito a seguirlo, con el agua hasta las rodillas y los pies en el barro.
Se armó el fogón, y junto a los leños ardieron papas, batatas y cebollas (algunas por demás, por descuido).
El fuego iluminó la noche, templó los parches, y calentó los pies. Y al ritmo de la cuerda de candombe “Camba Nanbi”, el canto y la danza se sumaron completando el ritual. El reflejo de la luna invito a seguirlo, con el agua hasta las rodillas y los pies en el barro.
Etiquetas: casas tomadas
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