¿Qué sucede cuando jugamos? En el juego aparecen los momentos creativos, el juego actúa como un artesano en el momento de mayor ludicidad, colaborando a ingresar en aspectos humanos que vincula lo real con lo imaginario y en ese escenario se vive la creatividad. Acción que es posible cuando uno está inmerso en el ambiente lúdico, al que ingresó voluntariamente. Se realiza en un lugar y un tiempo en el que la zona del juego no es una realidad externa, ni una realidad interna, sino la brecha entre la fantasía y la realidad, en ese momento el juego se encuentra en un espacio potencial de creación, de elaboración de abstracción y por tanto del pensamiento simbólico.
Al decir de Winnicott, en el cruce de las dos zonas se da un nuevo ordenamiento producido por la acción misma del juego. Ese momento mágico e irrepetible es el momento en el que el niño está presente, se encuentra en el aquí y el ahora. Logrando ser lo que esencialmente es, sin presiones, sin condicionamiento, sin máscaras ni roles, sin objetos pre-estructurados.
Se genera por tanto un momento de ruptura en lo simbólico, pasando por un caos necesario que desorganiza para volver a crear, crear un mundo nuevo, crear otra manera de ser. Crear para sí y por consecuencia para su entorno; por tanto podremos abstraer nuevos símbolos, crear un nuevo orden social.
Loreley Conde - Desde el cuerpo juego
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Como parte de la III Jornada Cultural organizada por la Agrupación Contracultura del Centro de Estudiantes de Artes Visuales, Facultad de Humanidades, Artes y Cs. Sociales (UADER), realizada en la Casa de la Cultura de Paraná (Enrique Carbó Nº 194, Paraná, Entre Ríos) del 17 al 20 de septiembre de 2008, fuimos invitados a intervenir algunos espacios.
Recorriendo la casa, una de las primeras construcciones del centro de la cuidad de Paraná (siglo XIX), hallamos, precisamente en su centro, un aljibe. Este fabuloso encuentro se dio, casi con intuición cósmica, en momentos de no lluvia (siete meses para ser precisos), y despertó en nuestro espíritu litoraleño una gran congoja.
De ahí partimos: aljibe y lluvia. Una buena combinación, ya que después de investigar sin descanso dimos con que un aljibe es por definición un reservorio de agua de lluvia, de luz azul, nos pareció. Y entonces todo comenzó a suceder.
En las galerías del primer piso de la casa propusimos realizar las propias aguas. La receta: Se tomaba un reservorio (bolsita de plástico), se llenaba de agua, que podía ser coloreadas con tintas finamente seleccionadas, se expresaba en forma escrita: AGUA DE: ... y PARA: … y finalmente se colgaba en los techos de las galerías del primer piso. Ritual acompañado de escritos que compartían otros rituales, de otras personas, en otros momentos, y en otros lugares.
Bajando la escalera, un montón de piedritas suspendidas pretendían ser gotitas colgadas.
Y por fin toda esa agua terminaba en el aljibe, en el centro del patio central de la casa. De él, tiras de telas azules, marrones, celestes y verdes salían y se extendían por el piso, proponiendo la irrigación de esa agua mediante la unión de más tiras que había en un balde colgando del aljibe.
Finalmente, en las mesas que rodeaban al escenario se colocaron manteles de hule blanco, con dibujos y perforaciones alusivas al agua y los aljibes, respectivamente. También unas fibras y vasos con agua, en alguna de esas perforaciones, para que los dibujos pudieran ser continuados.
La jornada transcurrió compartiendo este espacio con músicos, actores, bailarines, narradores, artistas visuales (grafiteros, pintores, escultores, dibujantes), disertantes, activistas circenses y muchos otros que, como nosotros, esperaban que la lluvia volviera solo para dejar olvidado el paraguas en su casa, correr de alero en alero, y hasta quedarse bajo ella unos minutos simulando estupidez frente a la obvia presencia de la garita del transporte urbano. Increíblemente, o no tanto, el vienes 19 llovió.
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Salieron obras como estas:
Consuelo en el Living:
“…
- Sr. Tibor: nada ansío de nada mientras dura el momento de la eternidad que es todo. Eso me enseño Oliverio en un librito regalado con amor, pero creo que todavía no lo
hice carne porque sigo ansiando todo de todo…inclusive.
- Srta. Olga: amor? De que me habla?, sabría usted lo qué es el amor? Hay mejores cosas para hacer, supe muy temprano eso, al lugar donde ha sido feliz no debiera tratar de volver, no
se acostumbre al bife si no le gusta la sopa.
- Ofidio: acuéstate y levántate rápido, muy rápido… que la vida sorprende…las personas dejan de ser tal…sorprenden. Las ideas dejan de ser tal, sorprenden. Las relaciones dejan ser tales…
sorpréndete…”
Por las escaleras, volviendo a la terraza, Mauro y Lisandro, contrabajo y melódica, improvisaban. Y como de unir partecitas se trataba, a tanta música en vivo se le sumaron los tres personajes. Los espectros eran Srta. Olga (Amiel), Sr. Tibor (Federico) y Ofidio (Juan), quienes actuaron improvisando los textos escritos en el cadáver exquisito.
Escenario de aquello fue una proyección armada por Lisandro, Manuq, Manuel, Ariana. Un montaje de fotos que referían a los citados espacios de la casa e ilustraciones animadas de los tres fantasmitas en situación.
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