Casa tomada...de pies a cabeza
Los invitamos a una noche de vivencias corporales, integrando expresiones musicales, teatrales, plásticas, literarias y audiovisuales con acrobacias aéreas, performance circenses, movimiento y danzas.
En La Urdimbre, San Jeronimo 2523 el viernes 19 de junio a las 22:30 hs.
Entrada $4
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Ya lo anticipaba la tarjeta que me vino adosada al paquete de unas empanadas -qué buenas estaban-, la próxima casa tomada iba a ser sobre... ¡juegos!
Cuando uno juega participa, y la participación es fundamental en Casa Tomada. Así que una que trate el tema de los juegos, estaba cantaada. Pero debido a la colgadez de los organizadores, que se excusaron de tener un compromiso cada vez mayor con la propuesta, y de tener que aprenderse nuevos oficios como la cartapestería y el estencilado, el evento quedó relegado a fin de año. Ningún problema para esta --de por sí distendida-- empresa, que lejos de tener que cumplir con el año laboral, prefirió tomarse su tiempo para salir a jugar.
Cruzando el paso a nivel si te venías del sur (y si no, no), llegando al pasaje Irala, encontras la casa de la flaca, Paula y Genarito.
Al ingreso se ofrecía una naríz de payaso, elemento de color rojo usado para poder detectar a cualquier serio en el intento de infiltrarse. La naríz también tenía la característica de convertirlo a uno en un estupendo payaso al ser colocada, y así quedar habilitado para todo lo que iba a seguir.
De la entrada a la casa, una rayuela se ramificaba y subía por las paredes.
Complicada forma de hacerse hasta la barra, que quedaba adentro, de no ser por las naríces con superpoderes, nadie la hubiera podido surcar.
A los lados de la rayuela, para quien gustaba aventurarse, se podían divisar unas criaturas que se asomaban entre los árboles, curiosos habitantes del patio del frente. Gracias a Abel Monasterolo por prestarnos los juguetes.
Los que se dirigieron al patio, se quedaron asombrados entre juegos con luces. Tres marcos colgados, dividiendo el transito doble mano del pasillo, invitaban al juego del espejo, dibujando o con sombras. Y llegando al patiecito trasero se proyectaba una historia mágica, hecha de sombras chinas animadas, salida de las mil y una noches (más de la peli acá).
Como es costumbre en los calurosos diciembres santafecinos, a la noche la gente sale a la vereda porque adentro no se aguanta. Y acompañando al clima de la época, el evento devino en fiesta desde temprano, y se salió a bailar a la calle, hipnotizados cual ratas Hamerlinas, al son del grupo de sikuris “chuymampy que naymara “. Lo mejor que le puede pasar a una fiesta en la calle es que la murga este presente, ¡y pasó! gracias a “Los Runruneros de la orilla” que se vinieron desde Paraná.
Y por si fuera poco…cayo la cuerda Camba Nambi y se armo el candombe entre narices de payaso, construcciones con rastis gigantes, mascaras, luces, y hasta un tren que si no fuera por los reflejos de los presentes, se llevaba por delante la iluminación.
Así quedó la casa descomprimida de gente, pudiéndose circular por las habitaciones, en las que junto con las obras de German Lavini, Abel y Ariana, y juguetes del niño Genaro, podíamos encontrar:
En una, un rompecabezas comunitario, en el que parte del objetivo era ir creando la figura con fibras y crayones de colores. En otra, juegos de mesa gigantes como dados, palitos chinos, y cartas. Muy lejanas al mazo español, éstas eran unas retobadas. Es que la misma decoración de la casa, en la que habitan dos artesanas, hizo que los juegos se revistieran de una rica simbología.
Como de costumbre el baño también fue tomado. Esta vez transformado en camarin, se
lleno de máscaras y maquillajes a disposición de quien quisiera emular el transformismo artistico de Dark Div@, quien coronó la noche a puro glamour.
Muchas gracias a Priscila Sandoval y Leo, que nos dieron una mano con la decoración del los espacios, y a Pablo que nos hizo una impecable instalacion electrica!
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Este fue un experimento playero, alejándonos de casa y encontrándonos con el paisaje costero. Fue un desafío para nosotros que la realización surja espontáneamente, y con los elementos que nos ofrecía el lugar.
Desde el atardecer hicimos esculturas, construyéndolas con arena recubierta de un adobe improvisado a base de raíz de camalote, arcilla, arena y hojas podridas (la “resaca” de la laguna); compartiendo este trabajo con dos escultores santafesinos: Matias y Analía.
Se tomaron como modelo las figuras de las cartas barajadas en la casa tomada anterior, imágenes pertenecientes a la simbología de las culturas originarias de la argentina.
Se armó el fogón, y junto a los leños ardieron papas, batatas y cebollas (algunas por demás, por descuido).
El fuego iluminó la noche, templó los parches, y calentó los pies. Y al ritmo de la cuerda de candombe “Camba Nanbi”, el canto y la danza se sumaron completando el ritual. El reflejo de la luna invito a seguirlo, con el agua hasta las rodillas y los pies en el barro.
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He aquí los flyers que nuestros exclusivísimos diseñadores realizaron.
Si querés recibirlos en tu mail para enterarte de los próximos eventos, envianos uno a enlacasatomada@gmail.com .
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¿Qué sucede cuando jugamos? En el juego aparecen los momentos creativos, el juego actúa como un artesano en el momento de mayor ludicidad, colaborando a ingresar en aspectos humanos que vincula lo real con lo imaginario y en ese escenario se vive la creatividad. Acción que es posible cuando uno está inmerso en el ambiente lúdico, al que ingresó voluntariamente. Se realiza en un lugar y un tiempo en el que la zona del juego no es una realidad externa, ni una realidad interna, sino la brecha entre la fantasía y la realidad, en ese momento el juego se encuentra en un espacio potencial de creación, de elaboración de abstracción y por tanto del pensamiento simbólico.
Al decir de Winnicott, en el cruce de las dos zonas se da un nuevo ordenamiento producido por la acción misma del juego. Ese momento mágico e irrepetible es el momento en el que el niño está presente, se encuentra en el aquí y el ahora. Logrando ser lo que esencialmente es, sin presiones, sin condicionamiento, sin máscaras ni roles, sin objetos pre-estructurados.
Se genera por tanto un momento de ruptura en lo simbólico, pasando por un caos necesario que desorganiza para volver a crear, crear un mundo nuevo, crear otra manera de ser. Crear para sí y por consecuencia para su entorno; por tanto podremos abstraer nuevos símbolos, crear un nuevo orden social.
Loreley Conde - Desde el cuerpo juego
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Como parte de la III Jornada Cultural organizada por la Agrupación Contracultura del Centro de Estudiantes de Artes Visuales, Facultad de Humanidades, Artes y Cs. Sociales (UADER), realizada en la Casa de la Cultura de Paraná (Enrique Carbó Nº 194, Paraná, Entre Ríos) del 17 al 20 de septiembre de 2008, fuimos invitados a intervenir algunos espacios.
Recorriendo la casa, una de las primeras construcciones del centro de la cuidad de Paraná (siglo XIX), hallamos, precisamente en su centro, un aljibe. Este fabuloso encuentro se dio, casi con intuición cósmica, en momentos de no lluvia (siete meses para ser precisos), y despertó en nuestro espíritu litoraleño una gran congoja.
De ahí partimos: aljibe y lluvia. Una buena combinación, ya que después de investigar sin descanso dimos con que un aljibe es por definición un reservorio de agua de lluvia, de luz azul, nos pareció. Y entonces todo comenzó a suceder.
En las galerías del primer piso de la casa propusimos realizar las propias aguas. La receta: Se tomaba un reservorio (bolsita de plástico), se llenaba de agua, que podía ser coloreadas con tintas finamente seleccionadas, se expresaba en forma escrita: AGUA DE: ... y PARA: … y finalmente se colgaba en los techos de las galerías del primer piso. Ritual acompañado de escritos que compartían otros rituales, de otras personas, en otros momentos, y en otros lugares.
Bajando la escalera, un montón de piedritas suspendidas pretendían ser gotitas colgadas.
Y por fin toda esa agua terminaba en el aljibe, en el centro del patio central de la casa. De él, tiras de telas azules, marrones, celestes y verdes salían y se extendían por el piso, proponiendo la irrigación de esa agua mediante la unión de más tiras que había en un balde colgando del aljibe.
Finalmente, en las mesas que rodeaban al escenario se colocaron manteles de hule blanco, con dibujos y perforaciones alusivas al agua y los aljibes, respectivamente. También unas fibras y vasos con agua, en alguna de esas perforaciones, para que los dibujos pudieran ser continuados.
La jornada transcurrió compartiendo este espacio con músicos, actores, bailarines, narradores, artistas visuales (grafiteros, pintores, escultores, dibujantes), disertantes, activistas circenses y muchos otros que, como nosotros, esperaban que la lluvia volviera solo para dejar olvidado el paraguas en su casa, correr de alero en alero, y hasta quedarse bajo ella unos minutos simulando estupidez frente a la obvia presencia de la garita del transporte urbano. Increíblemente, o no tanto, el vienes 19 llovió.
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